Katy Perry y su castillo mágico

Twitter, 1 de noviembre, siete y media de la tarde: "He subido 190 fotos a Facebook en el álbum El castillo mágico de Katy Perry". En realidad, son casi 300 y seguro que hay más, que Mark Hunter fotografía a la misma velocidad con la que globaliza su peripecia vital. 

Un millar de instantáneas por noche, calcula. Y las publica todas, o casi. Flash, flash, París. Flash, flash, Tokio. Flash, flash, Sydney. Flash, flash, Los Ángeles. Flash, flash, si hoy es martes esto debe de ser Berlín. De fiesta en fiesta y disparo porque me toca. Ni una instantánea movida a pesar de tamaño trasiego y de tanta nocturnidad. Ni que fuera el ojo que todo lo ve, versión testigo ubicuo de la vida social 2.0.

"Tengo que empezar a hacer más fotos de día", reflexiona al tímido sol vespertino que apenas calienta los jardines de las Tullerías parisinos. Mark Hunter, The Cobrasnake para el siglo, está en la capital francesa disparando de buena mañana por obra, gracia y unos cuantos miles de euros de Inditex (vía Bershka). Al grupo gallego no hay quien le gane lanzando órdagos de referencia mundial. Fichar para una campaña al fotógrafo que más y mejor ejemplifica la cultura de la celebridad en el siglo XXI es el (pen)último. "Supongo que todos quieren algo del toque Cobrasnake", dice el aludido encogiéndose de hombros.

Con un tráfico de cerca de un millón de visitas mensuales, Thecobrasnake.com es la web donde hace un lustro explotó el fenómeno de la fotografía social tal y como la conocemos hoy. Los ecos de sociedad hipster (como se le dice ahora a lo rabiosamente moderno, presuntamente molón y eminentemente juvenil). Gente de farra perdiendo los papeles para no quedarse fuera de foco. Ser o no ser vuelve a ser la cuestión, o lo es más que nunca. Y si no te fotografía él, no eres. "Cobrasnake estuvo en la ciudad y todo el mundo corrió a posar para su cámara. Qué 2007", escribió un bloguero con mala baba de aquí cuando Hunter se dejó caer por Madrid el pasado marzo invitado por los reyes de la fiesta nacional, The Zombie Kids. "¡Jajaja! 

Es que es cierto, tiene razón. Es algo muy de 2007. Y qué gran año. Ahí empezó todo para mí de verdad, cuando comencé a ganarme la vida haciendo lo que me gusta, cuando el personal todavía era auténtico frente al objetivo", concede este paparazzo último modelo, el Felice Quinto digital. "¡Ojalá fuera 2007 otra vez!", clama.

En 2007, Mark Hunter tenía 22 años (el pasado 21 de julio cumplió 27) y hacía apenas un par que se había instalado como fotógrafo por su cuenta en Los Ángeles, tras un tiempo como asistente del grafitero Shepard Fairey, el mismo que luego haría de Obama un icono del street art merced al póster electoral de 2008. 

Fue entonces cuando se reveló su toque de Midas social a través de su becaria/pareja, la infausta Cory Kennedy, devenida en estrella planetaria de la noche a la mañana, y nunca mejor dicho. Hunter se percató de que las instantáneas festivas de su novia que colgaba en su web atraían a los ojeadores de tendencias como la miel a las moscas y no dudó en explotar fotográficamente el filón que le proporcionaba aquella extraña adolescente (17 primaveras; la relación, que venía desde 2005, era consentida por sus padres) de ojos saltones y un peculiar y oportuno sentido de la moda. En febrero, Los Angeles Times la entronizaba en su portada llamándola it girl, la primigenia de esa nueva casta mediática de chicas que sientan cátedra estilística, y nacía la leyenda. Si alguien piensa que fue por las cualidades de la modelo antes que por las artes de su Pigmalión, que se desengañe.

Con ustedes, la primera víctima de la fama de la era post-fotolog. A sus 22 años, Cory Kennedy (sin relación alguna con el clan político) es hoy una vieja gloria prácticamente olvidada que exige fajas Spanx si tiene la suerte de que alguien la reclame para fotografiarla. Hunter, sin embargo, no solo sigue estando ahí para alimentar los egos de decenas de florecientes chicas it, sino que, encima, se ha convertido en una superestrella per se. 

"Me da un poco de pena. Desde que lo dejamos -y dejé de hacerle fotos-, no ha dado pie con bola. Supongo que, cuando entras en un círculo como este, tienes que ser muy fuerte para aguantar tanta presión, son demasiados ojos los que están pendientes de ti todos los días… El éxito la deslumbró muy joven y ahora debe aprender a vivir sin los focos. Le deseo lo mejor", dice su ex.

¿Y el fotógrafo de la fama, cómo lleva el peso de la celebridad sobre sus propios hombros? "Es algo absurdo, ¿sabes? O sea, no pienso en mí en esos términos, como 'guau, soy rico y famoso'… Mis intereses son otros, lo único que quiero es avanzar creativamente en mi trabajo y continuar abriendo camino, nada más. Me sigue pareciendo una locura encontrar que, de repente, hay grandes marcas y empresas que requieren mis servicios. ¿Te imaginas las agendas de esos peces gordos? 'A tal hora, cita con Cobrasnake'. ¡Es ridículo!".

Cobrasnake emplaza a Magazine en las Tullerías precisamente porque antes tiene "negocios que atender" en la cercana Colette. La muy turística meca del shopping parisina le ha vuelto a pedir que diseñe una serie de artículos de edición limitada para despachar en exclusiva. Es lo que pasa cuando te alcanza la fama, aunque vistas camisetas imposibles (souvenirs de sus viajes que colecciona con fruición y también vende en su propia tienda online), vaqueros desastrados y zuecos Crocs. 

No, por imagen no va ser el tirón de este judío bajito, de frente despejada y bigotón que, para el caso, siempre tiene invitación de primera fila para las magnas semanas de la moda, los grandes festivales de cine (apenas un día después de esta entrevista, Cannes le esperaba con los brazos y hasta las piernas abiertos) y, claro, cualquier sarao que se precie, en cualquier parte del mundo. "Bueno, es que todos los famosos estamos en una superlista, La Lista, y una vez que entras en ella te invitan para siempre, jajaja", ironiza.

A Hunter no le gusta hablar ni de las cámaras que usa -no tanto porque alguien pueda sacarles el mismo provecho que él como por no hacerle publicidad gratuita a unas marcas que no se las pagan- ni de los personajes que retrata con ellas, a no ser que sean sus amigos. Porque tanto ha ido el flash a la fiesta que, al final, su círculo íntimo incluye a la actriz Lindsay Lohan, al diseñador Jeremy Scott, al productor y disc jockey Steve Aoki y a la cantante Katy Perry. 

Paris Hilton le persiguió durante una temporada. "Nah, yo no soy amigo de las celebrities. Es solo que se empeñan en saltar y hacer el ganso ante mi objetivo. Si les robas su trozo de pizza ya verás como no son tan cool. O cuando están muy borrachas y quieren patearme el culo", vuelve a reírse.

Cronista de sociedad, documentalista, fotodiarista, todas las acepciones son buenas para un fotógrafo que afirma no ser tan distinto de los profesionales que cubren bodas, bautizos, comuniones y bar mitzvahs ("yo también lo hago. Cuando Katy Perry y Russell Brand se casaron en la India en 2010, ¡el álbum de la boda se lo hice yo!", confiesa de súbito). Imitado hasta la náusea (uno de sus principales sosias es el barcelonés Gerard Estadella desde Icanteachyouhowtodoit.com, a quien no solo conoce, sino que respeta), la cuestión es si su labor sigue siendo relevante, ahora que Facebook, Twitter, Tumblr, Instagram y los smart phones posibilitan a cualquiera ser un Cobrasnake. "Yo me ocupo de que lo sea cada día", afirma. 

Y es entonces cuando surge la declaración de principios laboral: "Mis fotografías son buenas, tienen calidad, no son la típica mierda de bloguero ni de fotógrafo presuntamente guay que va de arty, que es una cosa que me pone enfermo. Mi trabajo es mejor que el de muchos, lo que hago puede sostenerse por sí mismo en cualquier galería. Me manejo de sobra con películas de 35 mm, puedo revelar en blanco y negro y no dependo solo de un flash. A mí me gustan la calidad y los buenos contenidos".

Hunter es, en efecto, un tipo serio. Nada que ver con el salvaje party animal que uno podría suponer atendiendo a su estilo de vida. Es más, ni siquiera bebe, ni fuma ni mucho menos se droga ("no es que esté en contra, es solo que no va conmigo. No me gusta perder el control", explica). Hace un año le dio por el footing y la bicicleta para perder peso y ahora no perdona una carrera diaria, si la apretada agenda se lo permite. Cuando no lo reclama la fiesta hay que buscarlo en casa, viendo películas con los amigos u organizando delirantes mercadillos en el jardín a costa de sus innumerables camisetas vintage. 

Y como no solo de celebridades vive el fotógrafo, hace un tiempo puso en marcha Adventure Team, un proyecto en la Red que instaba a cualquiera con una cámara a recoger la realidad de los menos favorecidos. Lástima que muchas de las imágenes se malinterpretaran y le llovieran las críticas: resulta que si te dedicas a retratar el relumbrón social no está bien visto que te relaciones con los sin techo. "Mírame, puedes decir que yo inventé el fotolog (los ego-blogs fotográficos) y que, cinco años después, viajo por todo el mundo, mer pagan por pasármelo bien y hasta me hecho rico con ello. Pero eso no significa nada para mí", concluye mientras caminamos sin rumbo por el Marais parisino. "Lo único que quiero es ser feliz. La fama es muy perra, No me interesa".

Consciente del tirón popular en las redes sociales del fotógrafo angelino, Inditex ha puesto otra pica en el Flandes de la moda al contar con The Cobrasnake para la actual campaña de Bershka, la etiqueta más joven y rompedora del grupo gallego. Las imágenes, tomadas en París y protagonizadas por un grupo de modelos entre las que se cuenta Anja Konstantinova (con estilismo Ángela Esteban, la madrileña que vistió a Madonna para su show de la Superbowl), pueden verse ahora mismo dando lustre cool a las tiendas de la marca.

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